sábado, 19 de marzo de 2011
Siempre se dice que una de las ventajas de la lectura es la de poder vivir otras vidas. Y desde luego, hay vidas tan ricas en experiencias que dan para obras maestras de la literatura. Si, además, te toca vivir una época convulsa políticamente y resulta que tienes facilidad para plasmar tus experiencias por escrito, poco más se puede pedir. En este caso, me he asomado a la vida de un hombre cuya existencia desconocía hasta que leí el libro de Andrés Trapiello que ya comenté hace un par de entradas.
En España con Federico García Lorca recoge la primera parte de unos diarios que comprenden desde 1928 hasta 1936 y que se centran en la estrecha relación mantenida entre el autor de los mismos, el chileno Carlos Morla Lynch, y el poeta granadino. La obra constituye un retrato completísimo de la sociedad madrileña de la época, ya que Morla Lynch trabó amistad con la elite cultural de aquellos años, pero también con gente de la calle (marineros, limpiabotas...). Por sus páginas desfilan personajes tan relevantes como Alfonso XIII, Manuel Azaña, Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Ignacio Sánchez Mejías, Margarita Xirgu, Rafael Alberti, Pablo Neruda, Luis Cernuda... y, por supuesto, Lorca, su gran amigo. La mayoría de ellos pasó por su casa y participó en la tertulias y veladas (o soirées, como las llama el propio Morla) que se organizaban en casa del diplomático chileno.
Aunque en ocasiones el estilo resulte un tanto afectado para mi gusto, lo cierto es que es un libro que te atrapa, de los que se disfrutan. Creo que había en el señor Morla un literato en ciernes (aunque él prefería poner música a las obras de sus ilustres amigos). Altamente aconsejable para aquellos interesados en “la otra cara” de la literatura (atención a los anexos del final del libro con epistolario, fotografías y partituras) y en tener un punto de vista de aquellos años que cada vez encuentro más interesantes.
No obstante, lo que más me ha gustado ha sido descubrir a este hombre que ayudó a tanta gente dándole asilo en la embajada de Chile durante la Guerra Civil; descubrir, en fin, a una buena persona.