"Winter is coming"

domingo, 24 de abril de 2011

Dicen los miembros de la casa de Stark. No toda la televisión es mala. De hecho, existe una lista de series que igualan y superan la calidad que normalmente se le presupone al cine. Series como Los Soprano ponen de manifiesto que los mejores guionistas, a mi parecer, actualmente están en televisión. Digo esto porque al libro que voy a comentar en esta entrada he llegado por un primer capítulo de un serie producida, al igual que Los Soprano, por HBO. Juego de tronos es la serie que adapta la heptalogía (la menos, eso es lo que se prevé)  de G.R.R. Martin titulada Canción de hielo y fuego.

De momento, solo se han publicado cuatro tomos, y yo, tras ver el piloto de la serie, he leído el primero, Juego de tronos. Mucha gente lo relaciona con El señor de los anillos (y más viendo a Sean Bean, Boromir, que en esta ocasión encarna al noble lord Eddard Stark), pero no tienen casi nada que ver. Ambas obras transcurren en tierras imaginarias, tienen su mitología, sus razas... pero ahí acaban las similitudes. Los personajes de Juego de tronos son mucho más oscuros, complejos, reales. La mayoría se mueve por su propio interés, y la traición, las mentiras y el sexo explícito,  (cosa impensable en Tolkien) están a la orden del día. 

Se trata de una obra coral en la que en cada capítulo vamos viendo la historia desde el punto de vista de un personaje distinto. No hay lealtades inquebrantables y todos actúan en su propio beneficio dependiendo de las circunstancias, siempre cambiantes. Obra extensa (casi 900 páginas) que se lee prácticamente de un tirón porque está narrada con muy buen ritmo, cambiando de capítulo (y de punto de vista) justo en el momento necesario para dejar al lector con ganas de saber más.

Obra absolutamente recomendable incluso para aquellos a quienes no les guste el género fantástico porque, como digo, casi podría ser una novela histórica medieval. 

Ahora, a por el segundo, Choque de reyes.

Informes diplomáticos

sábado, 9 de abril de 2011

Berlín, 1939. Un Carlos Morla Lynch bastante escaldado y dolido, como él mismo reconoce, logra editar, por su cuenta, las tres memorias que envió al gobierno de Chile durante los años de la Guerra Civil española. En ellas queda recogido el sufrimiento y el calvario de todos los miembros y refugiados en la embajada chilena durante el conflicto y mucho (supongo que no todos) de los inconvenientes e incidentes de tipo personal y diplomático a los que tanto Carlos Morla como su familia se tuvieron que enfrentar durante esos tres años: las extracciones, las negociaciones, los tiroteos (la embajada de Chile estaba situada en una zona dominada por los comunistas más radicales), el hambre, el frío, las enfermedades, las tentativas de asalto a la embajada, la propia inconsciencia de los asilados que salían de la embajada arriesgando su propia vida y comprometiendo las del resto... Unos documentos que, a pesar de ser oficiales, no dejan de estar impregnados por los sentimientos, dudas y pesares más íntimos del autor.

De nuevo, nos llega este libro de mano de la editorial Renacimiento y, de nuevo, con prólogo de Andrés Trapiello. Además, esta edición incluye los diarios del hijo del diplomático chileno, Carlos Morla Vicuña, que si bien no me han interesado tanto como los del padre, aportan el punto de vista de un joven que eligió quedarse junto a su familia en unos momentos en los que las circunstancias aconsejaban salir cuanto antes del país.

Un testimonio que merece mucho la pena conocer. Y no sólo desde el punto de vista histórico.