Jim Botón y Lucas el maquinista

sábado, 23 de mayo de 2009


Michael Ende ha sido siempre un autor muy presente en mi juventud, bueno, en mi vida. Casi todo el mundo conoce La historia interminable y Momo, dos libros que tendrán (faltaría más) sus entradas correspondientes en este blog. Pero meCursiva apetecía que mi primera referencia a Ende aquí fuese Jim Botón y Lucas el maquinista. Este libro llegó a mí el día que cumplí 12 años de manos de mi vecina Chusa, a la que luego sustraje vilmente El hobbit (único libro que no he devuelto a propósito en toda mi vida). Era el número 1 de una colección de libros juveniles de Orby. Venía junto con Moby Dick, lo cual me hace plantearme, más de veinte años después, cómo es posible que no se edite una colección similar ahora.


El caso es que es un libro delicioso, que todavía conservo (en un estado un tanto penoso, todo hay que decirlo) y que recomiendo encarecidamente a todos aquellos que tengan hijos o que quieran darle vidilla al niño que llevamos dentro. Echándole un vistazo hoy, veo que el libro ganó el premio al mejor libro infantil publicado en Alemania en 1961. Y no me extraña. Tanto el texto como las maravillosas ilustraciones de F. J. Tripp merecen los más altos elogios. Por su extensión, la editorial decidió dividir el manuscrito de Ende en dos partes, así que este libro tiene una continuación, Jim Botón y los trece salvajes, que no he leído. Os dejo aquí el breve texto que hace las veces de prólogo de la obra:


Jim Botón y Lucas el maquinista es un libro sólo para niños. Toda persona mayor que lo lea deberá hacerlo acompañada por un niño. Esto no es una broma. Existen cosas tan sorprendentes y maravillosas en este libro, que una persona mayor difícilmente podría comprenderlas o, lo que es peor, creer en ellas, si un niño no se las explicara. Imaginad, por ejemplo, que lee la historia de esa locomotora llamada Emma que puede navegar igual que un barco, o que descubre el misterio del aparente gigante que vive en el desierto llamado "El fin del mundo" y que sólo parece grande contemplado desde lejos; o que conoce al semidragón Nepomuk, que carece de modales en la mesa, pero que tuvo, en cambio, a un hipopótamo por madre; o que se entera de las cosas tan divertidas que les ocurren a los chinos con los hijos de sus hijos, que se van reduciendo de tamaño hasta que el último no abulta más que un guisante. Esa persona mayor se quedaría, evidentemente, en la inopia. Pero, si esa misma persona lee el libro acompañada de un niño, recordará en seguida dónde se encuentra el país chino que tiene árboles transparentes y evocará con facilidad aquel lejano tiempo en que también ella vivió en las amenas y minúsculas islas de Lummerland. Porque, de ciertas cosas, los niños saben mucho más que las personas mayores.

domingo, 17 de mayo de 2009

A veces, descubrimos un tesoro en el momento justo. Este poema llegó a mí a través de uno de mis preparadores de las oposiciones. El profesor nos dio el texto y yo me dispuse, una vez más, a realizar la engorrosa tarea de diseccionar un poema desde un punto de vista lingüístico. Lo que me sorprendió fue que, en la primera lectura, me conmovió como pocos poemas lo han hecho. Me acordé de mi abuela, de su casa, sus fotos, su ausencia. Hacía escasamente 3 meses que había muerto. Luego me fueron descubriendo todo lo demás: las aliteraciones, el simbolismo fónico, la perfecta estructura interna, los encabalgamientos, la sufijación precisamente escogida...

Y que el poema fue escrito por su autor en memoria de su abuela, Aurora.

O es por esas ciegas ansias terrenales
que sienten los fantasmas por las cosas
que usaron y que aún buscan
perdidos en un tiempo que se les ha negado
por lo que he entrado aquí. Ajadas y solemnes
cuelgan sobre los muros fotografías de época:
una niña vestida de tul blanco,
una madre muy joven asomada a una cuna
y otros retratos tuyos a edades muy distintas
(y la invisible muerte adivinada
entre los fondos neutros color sepia).
Qué busco no lo sé. Y ahora que has muerto
estoy en esta sala. Aquí, en las siestas
y en los atardeceres, muchas veces te he visto
teclear el piano. Cerrada está la tapa
y un mantillo de polvo se ha posado
y anticipadamente muestra
lo que empiezas a ser, tu exacto rostro.
Voy mirando tus viejas partituras:
Rosa del azafrán y tangos y habaneras.
Y sus fechas (1920, 1935) amarillecen. Sé
que los años marcan compases de sonidos,
la pausa de un silencio.
Mas yo trazo tu nombre, Aurora, sobre el polvo.
Y aunque duele ese nombre, que es de luz presentida,
sé que estarás ahora vecina de la luz. Ella te acoja
a otro lado del tiempo
y conmigo te escriba y como yo te nombre.



José Julio CABANILLAS, Palabras de demora.

Título
: Palabras de demora
Autor: José Julio Cabanillas
Editorial: Renacimiento
Colección:
Calle del aire
Páginas: 50
ISBN: 84-86307-93-7
Año: 1994
Precio: 9 euros
Encontrado en: La Casa del Libro

Mi primer amor

jueves, 7 de mayo de 2009

Con él descubrí la poesía. Luego, evidentemente, he leído a muchos otros poetas y he descubierto que aunque no es el mejor (como pensaba a los 13 años), sí es el que más me ha llegado, el que más he releído y aquel cuya obra tengo prácticamente grabada a fuego en la memoria.

Los amores imposibles, desengañados, rara vez correspondidos sugeridos en sus versos y sus miedos acerca de la muerte llenaron mis primeros años de adolescencia. En cuanto me quedaba sola en casa, me ponía a leer los poemas una y otra vez en voz alta sintiendo un estremecimiento que muy pocos autores me han provocado después. Por eso lo considero mi primer amor. Sé que es un topicazo, pero no creo que haya que menospreciar su obra ni por simple (porque no lo es) ni por popular (que si gusta tanto, por algo será).

Creo que hay que releerlo (si os gusta, claro) olvidando las clases de literatura tediosas del instituto y el hecho de que casi todo el mundo lo conoce y está hasta el moño de las dichosas golondrinas. Propongo olvidar todo eso y leer sus versos para llegar a una capacidad de transmitir los sentimientos única (aunque suya es la frase "cuando siento, no escribo"); la capacidad de condensar en cuatro versos toda una concepción poética y amorosa.


Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos,
al través de una gasa de polvo
dorado e inquieto,
se me antoja posible arrancarme
del mísero suelo
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves
cual ella deshecho.

Cuando miro de noche en el fondo
oscuro del cielo
las estrellas temblar como ardientes
pupilas de fuego,
se me antoja posible a do brillan
subir en un vuelo,
y anegarme en su luz, y con ellas
en lumbre encendido
fundirme en un beso.

En el mar de la duda en que bogo
ni aún sé lo que creo;
sin embargo estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro.


Gustavo Adolfo Bécquer


Rimas y leyendas

Autor: Gustavo Adolfo Bécquer

Editorial: Anaya

Colección: Biblioteca Didáctica Anaya

Páginas: 168

ISBN:8420725935

Precio: unos 8 euros






El más querido

miércoles, 6 de mayo de 2009


El segundo libro que voy a comentar por razones tanto literarias como personales, es El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien. Fue el último regalo que me hizo mi abuela paterna antes de morir. Yo tenía 14 años y ya estaba bastante acostumbrada a leer tochazos tipo El Padrino, por lo que el volumen de la empresa no me asustó. Y menos cuando me enteré de que estaba relacionado con El hobbit, libro que tendrá una entrada propia, por supuesto.

He de confesar que yo siempre he sido de la escuela de Gandalf, a quien ya quería muchísimo tras mi lectura de El hobbit, pero la trilogía me trajo, además, a Trancos (me gusta más que Aragorn), a Théoden y a Éowyn, con la que, por muchas razones, siempre me he sentido bastante identificada.

No tengo palabras para explicar lo que siento cada vez que lo releo (una vez al año, fijo). Confío, no sé por qué extraña razón, en que Gandalf no caiga en las Minas de Moria, en que Théoden no muera a manos del Nazgul. Siento la misma inmensa alegría (ahora, a mis 33) cuando aparece El Caballero Blanco. Y cada vez que lo leo, descubro algo nuevo. Es un libro inagotable.

Si alguien me preguntara de qué va, podría decirle que de la amistad, de la lucha del bien y el mal, de la magia de mundos desconocidos y creados por una mente, sin duda, prodigiosa. Pero para mí, tras muchas lecturas, el tema principal es la pérdida, la nostalgia y la melancolía que impregnan toda la obra por un mundo que se acaba, que se extingue y que, sea lo que sea lo que venga después, ya nunca será igual. El lector asiste en este libro a un proceso de transformación, de pérdida de la belleza y la magia.

Después está todo lo demás: la amistad, las guerras, la lealtad, el amor que supera todos los obstáculos y, con letras mayúsculas, la esperanza.

Mi edición es la de Minotauro.
El Señor de los Anillos. Ilustrado por Alan Lee

de J.R.R. Tolkien
Páginas: 1368 páginas
Colección: Tolkien
ISBN: 978-84-450-7179-3
Precio: 53.50 €
Formato: 23 x 14,5 cm
Encuadernación: Tapa Dura

El novio del mundo

martes, 5 de mayo de 2009

Tenía que empezar por él. A mi entender, una novela muy poco usual, como todas las de Felipe Benítez Reyes, más conocido en su faceta lírica. Quizá la magia de su prosa reside en lo poética que es. Releo los párrafos una y otra vez, me recreo en cada aliteración, en cada sufijo que dota a las palabras de una maravillosa sonoridad, de un matiz nuevo; la trama, con todo lo estrafalaria que resulta, es lo de menos.
El mapa de este tesoro lo encontré durante mi época de preparación de las oposiciones, cuando tuve que analizar un texto de otra obra del autor. Hace poco más de un año, alguien de cuyo gusto me fío totalmente, me prestó varios libros de Felipe Benítez Reyes, entre ellos este. Puso la X en el mapa. Y creo que se lo agradeceré siempre.
El novio del mundo relata la vida y milagros de Walter Arias, personaje que reaparece en Mercado de espejismos, premio Nadal 2007 (curiosamente, la novela que menos me ha gustado de todas las suyas). Un ser oscuro, retorcido, depravado que se deja arrastrar por amistades dudosas en su infancia y por bandas del crimen organizado después. Un panoli pesimista maravillosamente desquiciado. Leer sus pensamientos, sus curiosas teorías (la mayoría nada políticamente correctas), supuso para mí una delicia. Aviso: no es recomendable para las personas a las que no les vaya el humor negro.

La historia comienza así:

Tras haberse acostado en un hotel de Amsterdam, Walter Arias se despertó a la mañana siguiente tendido en la acera de una calle de una ciudad medio modernista y medio africana que resultó ser Melilla.
Mi nombre es Walter Arias.
Cuando abrí los ojos, una especie de cleopatra de pago me miraba con fijeza, confundiéndome sin duda con un obseso sexual. "¿Echamos el rato, cariño?", me preguntó, a la vez que se oprimía los pechos con orgullo paródico.
Para eso estaba yo.
Me dolía mucho una oreja y en mi antebrazo tenía la marca de una aguja d´artagnan, con su anillo saturnal de sangre coagulada. -Te meten una porquería en el cuerpo, o sea, y dejas de ser tú, y apareces en Melilla. Enhorabuena.
Hay días, desde luego, en que si uno se inventara un perfume le pondría de nombre "Náusea".

Así comienza el libro del cual iré colgando más pasajes por aquí porque está lleno de tesoros.

Por si os interesa pedirlo prestado (y devolverlo), comprarlo o sacarlo de alguna biblioteca:
El novio del mundo
Autor: Felipe Benítez Reyes
Editorial:Tusquets, colección andanzas
Año: 1998
Páginas: 461
Precio: 19 euros
Encontrado en: La casa del libro.
ISBN: 978-84-8310-051-6