The bright side of life?

sábado, 17 de noviembre de 2012

 "Llevar una vida amargada lo puede cualquiera, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende, no basta con tener alguna experiencia personal con un par de contratiempos".

 La cita está extraída de un libro que para mí ha sido un descubrimiento muy curioso. Se trata de El arte de amargarse la vida, de Paul Watzlawick. No es un libro no de autoayuda, sino de autodestrucción, por lo que me ha resultado muy divertido. Además, he visto que me he pasado la vida aplicando sus principios aun antes de leerlo (lo que creo que no dice demasiado en mi favor).

A través de ejemplos muy concretos, citas literarias, referencias musicales y basándose en estudios, el autor da una serie de pautas y reflexiona (sin reprobarlos, más bien fomentándolos) sobre los distintos comportamientos y actitudes que caracterizan a todo individuo que se amarga la vida y que quiere hacer de la amargura su leit-motiv: idealizar el pasado, culpar a todo el cosmos de la propia desgracia y recrearse en ella, provocar discusiones con parejas y amigos y hacer que se sientan culpables, la receta "más de lo mismo", el trasfondo egoísta que subyace en cualquier favor que hagamos...

Dejo aquí algunas otras citas:

"No hay nada más difícil de soportar que una serie de días buenos".
"No hay más que una sola opinión correcta: la propia". 
"Lo que nos hayan podido causar Dios, el mundo, el destino, la naturaleza, los cromosomas y las hormonas, la sociedad, los padres, los parientes o, sobre todo, los amigos, es tan grave que la simple insisnuación de que quizás podríamos intentar poner algún remedio a la situación, ya sería una ofensa".
"Ahora vamos a tratar exactamente de lo contrario: no de la creación de un problema, sino de cómo evitarlo, a fin de que perdure".
"La profecía de un suceso lleva al suceso de la profecía".
"El camino del éxito es penoso, pues uno tiene que empezar por esforzarse y aun así no es seguro que la empresa no acabe mal".
"La llegada a la meta más augusta trae consigo el desasosiego".
"Un sádico [...] es el que trata con delicadeza a un masoquista".
"El que se me entrega, por esto mismo ya no es apto para seguir siendo el prototipo de mi amor".
"¿Por qué cree usted que Tomás Moro dio a la isla lejana de la felicidad el nombre de Utopía, que significa 'en ninguna parte'?"



Mi puerta a otro mundo...

viernes, 21 de septiembre de 2012

... cumple 75 años. Tal día como hoy en 1937 se publicó The Hobbit, or There and Back again, más conocida como El Hobbit, de J.R.R. Tolkien.

Fue el primer libro que me prestaron y no devolví. Y no lo hice por despiste. Lo hice a conciencia, avisando incluso a su dueña, mi vecina Chusa. Era una bohemia (por así decirlo) bastante aficionada a la marihuana (quizá debí contar con que no se acordaría de habérmelo prestado) que, en el fondo, siempre me dio algo de miedo, pero a quien tengo que agradecerle la lectura de dos libros que todavía hoy considero fundamentales en mi vida: Jim Botón y Lucas el maquinista, de Michael Ende (que me regaló cuando cumplí 12 años) y este (que terminó siendo un regalo forzado). 



Porque en cuanto lo leí, supe que ese libro era mío. No por poseerlo, sino porque esa historia estaba ya en mí (de la forma en que están las historias que lees con la sensación de recordarlas, no de descubrirlas) y se quedaría ahí para siempre. Porque después llegó El señor de los anillos, una obra mucho más madura, pero en la que probablemente no habría entrado si no hubiese cruzado primero la puerta verde de Bolsón Cerrado de mano de un viejo mago y trece enanos. Me resultaba imposible separarme del libro y estuvo conmigo durante seis años más, hasta que mi perro Ruflo tuvo a bien comérselo. Cosas que pasan.

Aunque suene exagerado, el mundo de Tolkien me ha salvado más de una vez de mí misma y de mis circunstancias, ha sido mi refugio cuando el mundo real resultaba más terrorífico que las oscuras minas de Moria. Todavía lo sigue siendo. Así que, tal día como hoy, solo puedo decir: Gracias, Mr. Tolkien.

Gracias, Chusa.

viernes, 7 de septiembre de 2012

En esta entrada quiero recuperar el espíritu inicial de este blog, que fue compartir los tesoros que encontrase en los libros bien fuesen una cita, una obra o un personaje. El tesoro que he encontrado en mi penúltima lectura, La voz de las espadas, de Joe Abercrombie ha sido un personaje: Glokta, el inquisidor. Si no habéis leído la obra y pensáis hacerlo, mejor no sigáis leyendo esta entrada porque hay spoilers, aviso.




Un personaje que fue prácticamente una celebridad tras ganar el Certamen de Esgrima y que partió a una guerra. Fuerte, alto, atlético. Fue capturado por el enemigo y torturado: le arrancaron un diente de arriba y uno de abajo, para que le resultase imposible masticar en condiciones. Sufre dolores en todo su cuerpo y cada escalón que se encuentra supone un Everest para él. Tullido y olvidado por todos, se ha convertido en un inquisidor y devuelve al mundo ni más ni menos que lo que él mismo recibió: dolor.

Es un ser ruin, envidioso, taimado, mentiroso..., no lo querría como enemigo, desde luego.

Y aun así, me parece entrañable.


Habría cumplido 113

viernes, 24 de agosto de 2012

Pero menos mal que no lo ha hecho. No quiero que se me malinterprete, pero no me lo imagino siendo protagonista decrépito ya (113 son muchos años) en plan noticia de relleno: "el hombre con más años de (póngase aquí el nombre de pueblo que se quiera). En su caso, habría una jauría de periodistas haciéndole preguntas, las mismas preguntas de siempre respecto al significado y la interpretación de su obra (nunca entenderé la manía de la gente por descifrar e interpretar todo; con lo bonito que es el misterio).



Bromas aparte, habría tenido motivos para celebrar su vida, aunque él mismo se quejara de haber cometido el mayor pecado que uno puede cometer: no ser feliz. Independientemente de cómo se sintiera él (cada cual es dueño de sus alegrías y de sus melancolías), lo cierto es que la suya fue una vida que mereció la pena. Creo que solo hay que contestar unas preguntas: ¿El mundo era mejor con él? ¿Dejó algo que hiciese del mundo un lugar mejor?

La respuesta a las dos preguntas es sí. No solo hizo del mundo un lugar mejor con sus palabras, sino que nos abrió la puerta a otros mundos dentro de este, a otras dimensiones.

Mal está que me autocite, pero pienso hacerlo. Os dejo un enlace con una entrada que escribí tal día como hoy hace un par de años, creo. Ahí explico qué es Borges para mí. Y aquí, una entrevista que, particularmente, no me canso de ver.

Poco más puedo decir.

El juego de Ender

jueves, 9 de agosto de 2012

No suelo hacer muchas incursiones en la ciencia ficción, pero he tenido mucha suerte las veces que lo he hecho, porque he leído muy buenos libros.

El último ha sido El juego de Ender, de Orson Scott Card.  La novela nos sitúa en una sociedad distópica. La humanidad está en guerra con una raza alienígena, los insectores. Tenemos los medios, pero no un comandante que dirija la flota y salve la raza de la amenaza insectora. Aquí es donde entra Ender, un niño que tiene seis años cuando lo reclutan. Ender Wiggins es el tercero de tres hermanos en una sociedad en la que no se permite tener más de dos hijos. Pero él es una excepción. Ha sido manipulado desde su concepción (al igual que sus hermanos) con un fin: salvar la Tierra.


El libro narra el paso de Ender por la Escuela de Batalla y su progresión. En la Escuela el niño es aislado, marginado y llevado al límite de sus posibilidades con el fin de que aflore el líder que lleva dentro, el que la Humanidad necesita.

La construcción de los personajes principales me ha parecido muy buena, especialmente el personaje de Ender y de sus hermanos, Peter (que es un ser en esencia maligno) y Valentine (una niña dulce que muestra un amor incondicional por Ender). Los tres tienen una inteligencia muy superior a la media y mantienen una relación un tanto complicada que creo que enriquece mucho la novela. Temas como el acoso escolar, la infancia, la soledad, la amistad, el poder, las relaciones familiares, la manipulación, la política, la influencia de las redes sociales... van apareciendo en una obra que me ha parecido, además de entretenida, muy completa.  A poco que se haga una lectura detenida, puede dar mucho de sí.

Este libro es el primero de una saga que narra las aventuras de Ender y de sus amigos en la Escuela de Batalla. Para la lectura de esta saga, hay muchos lectores que aconsejan no leer los libros en el orden en el que se han ido publicando. Dejo aquí un enlace con el orden de lectura aconsejado.

En resumen, un libro ideal para iniciarse en la ciencia ficción.



Una de capa y espada

sábado, 28 de julio de 2012

Acabo de terminar la lectura de La leyenda del ladrón, de Juan Gómez-Jurado. Es lo primero que leo de este autor que, por lo visto, es uno de los autores españoles que más vende en los últimos años. Una vez vista la experiencia, leeré más obras suyas. Escuché una recomendación en un programa de radio hace tres días y, teniendo en cuenta la superpoblación de mis estanterías, lo descargué de Amazon (me salió por la mitad que la edición impresa, lo que es de agradecer). Además, el libro ofrece contenidos interactivos de los que no he podido disfrutar por no tener un smartphone todavía, pero bueno, así tengo una excusa para releerlo dentro de unos meses.

La novela transcurre en la Sevilla del siglo XVI y tiene muchas características en común con la novela picaresca (aunque está narrada en tercera persona), ya que su protagonista, Sancho de Écija, es rescatado (no digo por quién, porque en el programa de radio lo soplaron y hubiese preferido no saberlo) de la venta que regenta su madre tras la muerte de esta y llevado a un orfanato. A través de sus peripecias, recorremos los distintos grupos sociales de la ciudad (clero, nobles, ladrones, mendigos, prostitutas...).

La leyenda del ladrón tiene acción y amor,  traiciones y amistades, venganza, muerte, sueños. Todo combinado para contar la vida de un joven hecho a sí mismo al que la vida se empeña en maltratar y que tiene un sueño: embarcar en alguno de los navíos que parten a las Indias y empezar desde cero allí. A este sueño se añade posteriormente la necesidad de venganza por la muerte de un ser querido.

Una lectura ideal para los aficionados a la novela de aventuras y, especialmente, para los enamorados de Sevilla y su historia, entre los que me cuento. Como los siglos XVI y XVII me atraen enormemente, y muchas veces, durante mis paseos por el centro me he imaginado cómo podría ser la ciudad por entonces,  he disfrutado de todas y cada una de las descripciones de Triana, el Arenal, la Casa de la Moneda (hecha hoy unos zorros), las Gradas de la Catedral... El ambiente está tan bien recreado y tiene tanta influencia en la historia que se convierte en un personaje más.

Los aficionados a la literatura también se encontrarán con un par de sorpresas muy agradables. Hay situaciones un tanto forzadas (es lo que tiene la ficción a veces), pero verosímiles dentro de la época y de la misma narración. 
 
En definitiva: una obra ideal para viajar en el tiempo.

Dejo aquí un enlace a un fragmento de la obra, para que decidáis si os interesa o no.





Los juegos del hambre

viernes, 29 de junio de 2012

Este lo leí ayer, de un tirón (bueno, había leído unas 40 páginas el día anterior). Obra absolutamente recomendable para el público adolescente.  En un escenario post-apocalíptico, cuenta la historia de Katniss, una chica  de catorce años que se ofrece voluntaria para sustituir a su hermana pequeña en los denominados "Juegos del hambre", una especie de Gran Hermano macabro en el que 24 chicos elegidos por sorteo (dos por cada Distrito) compiten entre sí.  Como en Los Inmortales, "sólo puede quedar uno": deben ir matándose mientras el país entero sigue la carnicería por televisión.

Es la primera parte de una trilogía y, como digo, es una obra especialmente recomendada para el público joven ya que su principal virtud es que resulta muy difícil dejar de leer una vez que te metes en la historia, lo que ya constituye un mérito tremendo con el público adolescente.







Ya estoy metida en el segundo. A ver qué tal.

EDITADO 9 DE AGOSTO 2012: He concluido la trilogía. Ratifico todo lo dicho. No creo que el tercer libro (Sinsajo) sea el mejor (como se apunta en su contraportada), pero es un buen cierre. Un buena lectura de verano y muy recomendable para adolescentes por sus ingredientes: aventuras, triángulo amoroso, ambiente futurista...

Paternidad

miércoles, 27 de junio de 2012

Que la paternidad (o maternidad) es una de las mayores alegrías que puede experimentar el ser humano es un tópico. Que la vida no suele transcurrir como uno se espera es otro tópico. Los dos son igualmente ciertos. 

El problema es que se combinen, es decir, que te toque ser padre en unas circunstancias especiales. Porque la vida, nuestros planes (esos que nos empeñamos en hacer y que no sirven para nada) pueden desviarse y traer sorpresas en cualquiera de sus fases y cualquiera de estos desvíos supone, para quien se ve empujado a ellos, dolor y extrañeza. 

De lo extraño y doloroso que puede resultar el nacimiento y la crianza de un hijo trata el relato del que quiero hablar hoy, "Paternidad", de Andrés Barba, incluido en su obra Ha dejado de llover. Es lo primero que leo de él y, si Dios quiere, no será lo último. Se trata de un  relato sincero, duro, que no sé si parte de una experiencia personal (en realidad, no me importa), pero que se ajusta con precisión a la situación de muchas personas y que he leído/vivido como propio.

En él nos habla de las experiencias de un padre forzoso que, por circunstancias de la vida y de sus caracteres (el suyo y el de su hijo), no termina de conectar con el pequeño. Alguien para quien la experiencia de la paternidad no está asociada a una habitación de hospital llena de flores y unas efusivas felicitaciones, sino a una relación hostil con la madre y fines de semana alternos (con suerte). Habla de esa dura sensación de tener frente a ti a un desconocido de un metro y poco al que no sabes cómo tratar porque para él no eres más que un extraño o porque no sabe o no puede demostrar lo que pasa por su cabeza. De esos niños que no terminan de ser como el resto. De esos padres que no atinan nunca con el regalo adecuado porque siempre se lo compran al niño con el que estuvieron hace un par de meses y que, por supuesto, ya no tiene nada que ver con el niño que tienen enfrente. Del amor construido pieza a pieza, trabajado a base de ensayo y error. De la lucha por conocer y ser (re)conocido.

26 años sin él

jueves, 14 de junio de 2012

No se me ocurre nada mejor que sus propias palabras:
 
AUSENCIA 

Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.



Descanse en paz.

De espejismos y el dolor de ser fugaces

jueves, 15 de marzo de 2012


Sí, ya sé que corro el riesgo de repetirme, que lo mío es obsesión, que soy monotemática..., pero es que hoy, mi fetichismo, mi afán coleccionista y mi necesidad de perderme, de nuevo, en alguna obra de Felipe Benítez Reyes han recibido una sorpresa en forma de regalo (que agradezco muchísimo, por cierto). Por arte de birlibirloque (e Internet y engaño mediantes) ha llegado a mis manos un ejemplar numerado y firmado (yo es que oigo esto y empiezo a salivar) de Oficina universal de soluciones.

Cada persona es un mundo, se dice.  Dentro de cada cual, hay infinitos mundos, se dice también. Los escritores pueden compartir sus mundos (el real y los inventados, soñados, imaginados, deseados...) con nosotros, los ¿afortunados? (dependiendo del caso y de la obra) lectores. Personalmente, me gusta más perderme en unos mundos que en otros. Son mundos que siento míos, que no me resultan extraños porque, de algún modo, están dentro de mí antes de que cobren vida según los voy leyendo; mundos que completan y matizan mi propia visión de la vida y que echo terriblemente de menos cuando cierro las páginas de algún libro. Pero es en ese momento, justo cuando no tengo ya el libro delante, cuando me doy cuenta de que los llevo conmigo, de que ya forman parte de mí.

Esta sensación no la tengo con todos los libros, pero sí con algunos autores: Borges, Salgari, Luis Alberto de Cuenca, Bécquer, Bolaño, Tolkien, Gimferrer y Felipe Benítez Reyes.

Así que estoy más feliz que una perdiz. He pasado la tarde leyendo los 71 artículos de los que se compone el libro y son justo como me imaginaba (incluso mejores): un circo de tres pistas con extraterrestres, adictos a la gasolina, ladrones de huevos Kinder, espejos, pollos fugitivos, relojes, ranas, sueños, un mono homicida, Reyes Magos, recuerdos, planes, disculpas inútiles, Ed Wood, ratones, ventanas, apariencias, ilusiones, el azar... La vida, en fin, con todo lo que tiene de triste, de absurda y de... bueno, ponga aquí cada cual lo que crea conveniente.

Ha sido un recorrido a ratos reflexivo, a ratos fantástico y, casi siempre, hilarante. Un viaje en el que, como siempre me ocurre con este autor, he disfrutado tanto del contenido como de la forma (porque yo, insisto: aunque Benítez Reyes sea más conocido por su poesía, creo que es un prosista excepcional por eso mismo, porque es un poeta). Reproduciría algún fragmento, pero no me decido por ninguno. Siguiendo mi fea costumbre, ya he señalado a lápiz (muy flojito, eso sí) unos veinte.

He cerrado el libro, citando a la gran Lina Morgan, “agradecida y emocionada” y me he quedado el resto de la tarde pensando en eso: en Walter Arias, en espejismos, en la inutilidad de los propósitos y en el dolor de ser fugaces. 

Y en el mono estrangulador.

El nombre del viento

viernes, 27 de enero de 2012


Lo que más me gustaba de las novelas que leía cuando era una niña era que me llevaban a otro lugar. Esto que puede parecer una obviedad (“todos los libros crean otra realidad, bla, bla, bla”) no lo es. Hay libros que de verdad te transportan, te abren puertas a otros mundos, lo cual es de agradecer cuando el tuyo propio anda un poco patas arriba. Según he ido haciéndome mayor, cada vez me ha costado más volver a tener esa capacidad de abstraerme. Una parte de mí está leyendo, pero otra está pensando en las cosas que tengo que hacer. Y claro, así me va.

El nombre del viento es un libro que me ha hecho volver a leer como antes. Quizá porque el autor, Patrick Rothfuss, deja buena parte de la narración en manos de su protagonista, Kvothe, un posadero que, como todo buen protagonista que se precie, es mucho más de lo que aparenta. Un día, Cronista llega a la posada que regenta Kvothe, y el posadero decide contarle su historia. Eso sí, bajo sus condiciones: tres días de narración para que la historia pueda ser contada convenientemente. Durante el primer día (periodo que abarca el libro) Kvothe relata a Cronista su niñez con una troupe de artistas itinerantes, el asesinato de sus padres, su etapa de mendigo, su ingreso en la Universidad, su historia de amor... ¿El resultado? La misma sensación que si te contaran un cuento de casi 900 páginas al oído.

En cuanto leí el principio supe que el libro era diferente. Porque no se trata de una acumulación de hechos fantásticos y búsquedas de objetos mágicos y demás zarandajas. La historia de Kvothe transcurre en otro mundo distinto al nuestro, pero los problemas básicos son los mismos, las reacciones son las mismas, los miedos son los mismos. Incluso la historia de amor se aleja de los moldes propios del género, lo que la hace mucho más real (cosa que se agradece). La mayoría del tiempo ni siquiera tienes la sensación de estar leyendo un libro perteneciente al género fantástico.

Un libro magnífico que ha obtenido el apoyo y el aplauso del público y la crítica y que tiene su continuación en El temor de un hombre sabio.

Así que ya tengo decidida mi próxima entrada.