Es hielo abrasador, es fuego helado...

sábado, 20 de julio de 2013

...que diría aquel. Mi última lectura ha sido Helarte de amar (Páginas de espuma, 2006) del escritor peruano Fernando Iwasaki. El subtítulo ("y otras historias de ciencia-fricción") no deja mucho lugar a la imaginación (o sí).

En este libro, Iwasaki recoge nueve relatos que oscilan entre el microcuento y la novela corta, todos con un denominador común, el erotismo, pero también con dosis de humor, de melancolía y de reflexión general acerca de la vida y el paso del tiempo (que vienen a ser lo mismo).


Según él mismo explica, su título original era Fricciones, pero como en el intervalo transcurrido entre la composición de los relatos y su publicación, ya habían surgido obras homónimas, creyó conveniente cambiar el título (muy acertadamente para mi gusto).

Un niño voyeur que no termina de entender lo que ve, un recorrido por las esperanzas y sueños truncados de un grupo de prostitutas, la curiosa historia de una señora con una fijación por todo lo frío, el magnífico relato de una historia en un bar vista desde cinco puntos de vista diferentes (para mí el mejor relato de la colección), la historia de un joven convertido en pelele sexual de su última novia, un polvo espacial, un grupo de relatos más cortos, el triste despertar sexual de un adolescente humillado y el de otro joven que es iniciado en el mundo de las artes amatorias  y de las relaciones entre hombres y mujeres por una Sra. Robinson en toda regla.

A grandes rasgos (no quiero desvelar nada importante) estos son los mimbres con los que Iwasaki construye un libro muy interesante, muy divertido y, sobre todo, muy bien escrito.


Diez años

lunes, 15 de julio de 2013

De mi afición a Roberto Bolaño creo que ya he dado buena cuenta en este blog. Pienso que es uno de los Grandes de la Literatura contemporánea en nuestro idioma y ya sabéis que forma parte de mi selecto y adorado Club de las Bes (junto a Borges, Bécquer y Benítez Reyes). Hoy hace diez años que murió y, bueno, sólo quería dejar un poema suyo aquí como un pequeño homenaje y como recuerdo a un hombre que vivió para escribir. Desde aquí le agradezco su afán, su lucha y su tesón, que tantas y tan buenas (con lo díficil que es que se unan estos dos elementos, cantidad y calidad) páginas nos ha dejado. 

Descanse en paz.


Los perros románticos

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar, ni rezar
ni estudiar en la madrugada junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.