La fascinación por lo sombrío

martes, 1 de noviembre de 2011

A pesar de que en mi experiencia con Bolaño ha habido altibajos (bueno, un bajo: Una novelita lumpen), con El tercer Reich y La pista de hielo, he vuelto a congraciarme con su obra narrativa más "breve" (en comparación con Los detectives salvajes y 2666).

La pista de hielo (1993) fue la primera novela de Bolaño y en ella están los elementos que se convertirán en recurrentes en obras posteriores: narrador múltiple, referencias a Barcelona y a un pueblo costero del que no conocemos el nombre (Z); un camping, un recorrido por distintas clases sociales: desde los concejales y alcaldesa, a los desarrapados que no tienen dónde caerse muertos; personas normales, grises, tragicómicas, que se ven envueltas en una sórdida historia en la que se mezclan el amor, la corrupción urbanística y un asesinato. Todo ello envuelto en una atmósfera que se puede calificar, como poco, de "turbia" y que constituye, a mi parecer, el elemento en el que mejor se desenvuelve el chileno.

Como ya he señalado, Bolaño opta por contarnos la historia a través de un punto de vista múltiple. Remo Morán, Gaspar Heredia y Enric Rosquelles son los tres personajes que nos aportan sus experiencias para conocer las circunstancias que conducen al misterioso asesinato de una mujer. Los cambios de perspectiva (que desarrolla y perfecciona en novelas posteriores) son uno de los puntos fuertes de la novela ya que ofrecen un contraste que, en ocasiones, resulta bastante cómico.

Bolaño logra así componer una novela sólida y fascinante por el modo en que está narrada y construida; una obra que emana un lirismo sombrío que nace desde el propio fondo de la historia, de los personajes y que se proyecta en todos los demás elementos de la novela: campings, ayuntamientos, concejalías, tugurios y pistas de hielo.


 "Vaya, me parecía advertir segundo a segundo el envejecimiento de las cosas y de las personas, todos atrapados en una corriente de tiempo que sólo conducía a la miseria y a la tristeza".
Enric Rosquelles

Tareas de mantenimiento

lunes, 26 de septiembre de 2011

Por una vez, no voy a hablar de literatura, sino a pedir excusas por el estado del blog.  Por causas ajenas a mi voluntad (pero no a mis actos), he eliminado tanto mi foto de perfil como todas las fotografías que había insertado en el blog. Iré recuperándolas poco a poco, pero ahora mismo apenas tengo tiempo. Así que pido excusas por la "presentación" del blog. En cuanto tenga una tarde ociosa (que no será pronto, seguro), iré dándole forma a todo el blog de nuevo.

Hasta entonces, un saludo.

Bailando con dragones

viernes, 19 de agosto de 2011

Hace media hora más o menos que he terminado A dance with dragons, la quinta entrega de la saga Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin. He pasado el verano leyendo los cuatro tomos que me quedaban para completar la saga (la falta de presupuesto para irme de vacaciones y mi bronquitis han ayudado bastante) y he de decir que ha sido una experiencia maravillosa. Ahora no sé cuánto tendré que esperar para saber cómo sigue la historia. Años, probablemente. Espero que al autor le dé tiempo a escribir los dos tomos que concluirán la heptalogía.
Puede que Martin no sea un poeta, que tenga un estilo muy directo, que lo suyo no sea literatura en un sentido estricto, entendida como "arte de la palabra", pero nadie puede negarle que es un genio construyendo personajes y contando historias que es de lo que se trata, al fin y al cabo: tener una buena historia y contarla, en este caso, a través de múltiples voces. Aunque para muchos puede constituir un defecto, este autor tiene una visión cinematográfica y un sentido del ritmo (lo que en tochos de mil páginas es complicado) magníficos.
Para el lector, estos libros son una montaña rusa: nunca sabes lo que puede pasar. Nunca debes dar nada por sentado. Te dices: "Este personaje me cae bien, parece importante. Vamos a ver hasta dónde llega". Y resulta que el autor se lo carga tres capítulos después. Todos tienen matices, una historia, una justificación para ser como son y actuar como actúan. A mi parecer, no hay buenos ni malos, solo gente que lucha por sobrevivir en las circunstancias que les ha tocado.
Peter Dinklage, actor que da vida a Tyrion Lannister
Respecto a los personajes, tres son mis favoritos: la pequeña Arya Stark, el bastardo Jon Snow y, el gran descubrimiento, el enano Tyrion Lannister. A este, probablemente le dedique una entrada otro día porque la merece.

Por ponerle alguna pega, he de decir que el quinto tomo ha sido el que menos me ha gustado de todos. Creo que se le ha ido la mano con algunos de los giros que ha dado a los hechos y que la historia de determinados personajes ha quedado bastante deslucida. Supongo que parte de la culpa la tiene la introducción de un mayor número de elementos mágicos que, si bien es cierto que abren muchas posibilidades, también suponen un peligro en cuanto a la coherencia de la historia. A mí, particularmente, me molesta bastante el tema de "personajes muertos que aparecen de nuevo no se sabe muy bien cómo ni de dónde ni por qué". Y encima, va y no resucita al que yo quería.

Pero bueno, bromas aparte, lo mejor de todo ha sido poder volver a pasarme horas y horas (y más horas) leyendo, incapaz de dejarlo a pesar del escozor de ojos, de la tos y del cansancio; meterme en la piel de los personajes como no lo hacía desde que era una niña y cada vez que cogía un libro (Verne, Tolkien, Bronte, Blyton, Dumas, Salgari, D´Amicis, Ende...) no existía nada más e incluso necesitaba unos segundos, cada vez que dejaba de leer, para volver a centrarme, a tomar conciencia de mi realidad; pero sólo el tiempo necesario para hacer lo que tuviera que hacer y volver a perderme en el libro.

Si no me tomaran por loca, diría que este verano lo he pasado de vacaciones en Poniente, bailando con dragones.



A sangre y fuego

martes, 21 de junio de 2011

Acerca de la Guerra Civil se ha escrito mucho y, generalmente, cada cual barre para su lado. El último libro que he leído, A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, del periodista Manuel Chaves Nogales, es de los menos tendenciosos (de los pocos) que conozco. Está compuesto por nueve relatos que recogen distintas situaciones ambientadas la Guerra Civil. Chaves la escribió ya exiliado en Francia, en 1937. En el prólogo el autor afirma: "Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y que ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba. ¡Cuidado! En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid como la que vertían los aviones de Franco, asesinando mujeres y niños inocentes. Y tanto o más miedo tenía a la barbarie de los moros, los bandidos del Tercio y los asesinos de la Falange, que de la de los analfabetos anarquistas o comunistas".

Los nueve relatos (según hace constar el autor) están basados en hechos e historias reales. Con un estilo directo, exento de excesivas florituras verbales (quizá fruto de su oficio periodístico), Chaves Nogales cuenta historias durísimas: el padre fascista y el hijo comunista que se despiden poco antes de que el padre vaya a ser fusilado por los compañeros del hijo, enfrentamientos entre comunistas y anarquistas, un inglés que no termina de enterarse contra quién está luchando, una madre que toma parte de un asalto para liberar a su hijo, señoritos que, a pesar de quedar acorralados se niegan a matar sus rehenes... Todo ello en un ambiente de bombardeos, delaciones, traiciones, humillaciones,  grandes gestos que salvan vidas y miedo, mucho miedo. 

Un libro, en definitiva, de lectura amena y recomendable que denuncia la ignoracia, el caciquismo y el adocenamiento que sufrió el pueblo durante esos años y, sobre todo, la imposibilidad de mantenerse al margen y vivir, simplemente, en paz.

25 años

martes, 14 de junio de 2011

No me puedo creer que en medio del ajetreo del fin de curso casi se me haya pasado esto; menos mal que me han avisado. 25 años sin Borges. No me queda nada que decir de él que no haya escrito ya en otras entradas. Vaya, pues, simplemente, mi emocionado recuerdo al escritor.

 






Descanse en paz.

Entre amigos

lunes, 6 de junio de 2011

Acabo de terminar la lectura de Borges, de Adolfo Bioy Casares en la edición minor (la original, me temo, acabaré leyéndola más adelante). Ha sido un proceso largo y, en ocasiones, no lo voy a negar, tedioso, pero creo que al final ha merecido la pena  por el mayor conocimiento que me ha dado de uno de los escritores a los que más admiro a pesar de lo que he descubierto leyendo este libro. O gracias a ello, porque he descubierto a un Borges más humano, contradictorio, despótico en ocasiones, con una lengua que ya la quisiera para sí una cobra, que va evolucionando en sus gustos con el paso del tiempo.

El libro recoge algunos fragmentos de las conversaciones mantenidas por Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges entre 1947 y 1986, año en el que Borges falleció. Los temas de conversación son de lo más variado, pero la mayor parte están centrados en la literatura: autores preferidos, géneros, literaturas nacionales (consideran que la española no es una de las literaturas más relevantes de la Historia, por cierto), idiomas, traducciones, crítica, poesía, opiniones sobre otros autores (en las que el 99% de ellos no sale muy bien parado), las dudas de Borges en sus relaciones con las mujeres que pasaron por su vida... Mención aparte merece una señora que aparece en pocas ocasiones, pero que ha sido uno de los grandes hallazgos del libro: la señora Bibiloni de Bullrich (una señora que es, según Borges, "invulnerable a la realidad").


He conocido a un hombre que nada tiene que ver con el Borges modesto (hasta la náusea, a veces) que aparece en las entrevistas y que siempre pone reparos a sus propias opiniones. En libro critica a diestro y siniestro a autores como su cuñado Guillermo de Torre, a Rafael Cansinos Assens (que lo  veneraba, por cierto), a Shakespeare, a Quevedo... Pero de puertas a dentro, todos cambiamos, supongo. Un análisis como el que hace Bioy de su amigo (conversaciones privadas mantenidas durante años) no hay ser humano que lo aguante sin ser pillado en alguna (o muchas) faltas.


Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares

Os dejo algunos fragmentos del libro:

 Domingo, 26 de octubre (1952): (hablando de las obras inéditas). Me asegura que es indispensable destruir todos los papeles porque el día menos pensado uno desaparece y los amigos le publican esas grietas y esos estigmas. (Nota de la que suscribe: el libro es un ejemplo de eso mismo que tanto teme Borges).

 Sábado, 1 de enero (1955). Sobre el comunismo dice: "A la gente le gusta, porque les da un carácter y un grupo de amigos. En cuanto a las opiniones, también las dan desde Moscú, y como esas opiniones cambian según los momentos, nadie se aburre".

Sábado, 12 de noviembre (1955). Habla del momento alarmante en que empezamos a sospechar que la persona inteligentísima, que acaban de presentarnos, es un aburridor de peso.

Miércoles, 20 de junio (1956). "La verdad, como dice Lugones, no tiene por qué estar a mitad de camino, ser equidistante".

Miércoles, 24 de junio (1957). "Si un día se llega a saber lo que ocurre después de la muerte, la mitad de la literatura y de la filosofía quedarán invalidadas".

Martes, 30 de junio (1957). "Quizá provenga la tristeza de la conciencia del horror de la vida, de tener qu emprender una nueva jornada. Algo que también entristece es hacer cosas que uno sabe que no dejarán ningún recuerdo".

Jueves, 25 de junio (1959). Me cuenta que al cruzar la calle Piedras, casi lo pisa un ómnibus; levantó la vista y leyó un enorme letrero: Vicente P. Cacuri. Dice: "Qué raro si lo último que hubiese pensado antes de morir hubiese sido Vicente P. Cacuri. Nadie lo hubiera sabido".

Domingo, 22 de noviembre (1959).  "Lo que hace encantador a un poeta es lo que lo vuelve insoportable. Lorca es bueno cuando es simple, cuando recuerda la poesía popular; cuando escribe con metáforas es inmundo".

Sábado, 27 de agosto (1960). Comenta (leyendo un título): "Cultura universitaria: oxímoron".

Viernes, 10 de agosto (1962). "En la literatura, tarde temprano, desenmascaran a todo el mundo".

Lunes, 24 de febrero (1964): María Esther lo ayudó a hacer la valija. "Cuando la vi en esas tareas caseras casi lloré. Más que los diálogos de amor, que al fin y al cabo son casi iguales con cualquier mujer, me conmueve lo doméstico, lo que no sirve para la poesía. ¿Comprendés? Me sentía al borde de una larga costumbre, de un largo tedio, por qué no, que es la verdadera felicidad".

Y no sigo, no me vaya a buscar problemas con la Sinde.

Si os gusta Borges, imprescindible.

Un poco de Gimferrer (que ya tocaba)

sábado, 21 de mayo de 2011

RONDÓ

Quisiera tener un revólver para escuchar solamente
el sonido de la sangre, y saber que no moriré:
que el chasquido de las cápsulas o el fogonazo sulfúreo,
como guardado por ángeles, no arrasarán mi jardín.
Qué claridad de relámpagos cuando mis ojos se cierran.
Tan cercanas las imágenes del amor, aquí, en mi pecho,
como canto de sirenas o recuerdos de niñez.
Con paso quedo, despacio: no despertéis a las rosas.
El momento de la lluvia tras los cristales velados,
y el momento en que se escuchan tu mirada y tu sonrisa,
y el momento en que tu voz descubre cielo y planetas
y el momento en que tu piel gime un fulgor susurrante,
y el momento en que tus labios, y tus ojos y la lluvia...
Quisiera tener un revólver para escuchar solamente
el sonido de la sangre, y saber que no moriré.

Pere GIMFERRER, De Extraña fruta y otros poemas



UNA SOLA NOTA MUSICAL PARA HÖLDERLIN

Si pierdo la memoria, qué pureza.
En la azul crestería la tarde se demora,
retiene su oro en mallas lejanísimas,
cuela al luz por un resquicio último, se extiende y me delata
como un arco que tiembla sobre el aire encendido.
¿Qué esperaba el silencio? Príncipes de la tarde, ¿qué palacios
holló mi pie, qué nubes o arrecifes, qué estrellado país?
Duró más que nosotros aquella rosa muerta.
Qué dulce es al oído el rumor con que giran los planetas del
agua.

Pere GIMFERRER, Arde el mar

Esta mañana he ido a la Fnac y, cómo no, han caído un par de libros. Uno de ellos ha sido una recopilación de la poesía castellana completa de Pere Gimferrer desde 1962 hasta 1969. Lo he terminado ahora mismo y he decidido colgar estos dos poemas. No son los que más me gustan, ni, seguramente, los más conocidos, pero tienen algo que no me había llegado en lecturas anteriores y sí lo ha hecho esta tarde. Cosas que pasan. No sé si es por cansancio y no estoy para escribir mucho, pero lo único que se me ocurre decir ahora mismo sobre este libro es que hay que leerlo. Tanto Arde el mar, como La muerte en Beverly Hills son dos maravillas de la poesía entendida como lo que es en esencia: ritmo, imágenes, palabras, arte... belleza.

Las tenebrosas ruinas del alma

miércoles, 4 de mayo de 2011

Y de la mente, no sé. Porque todo en este hombre parece estar en ruinas: cuerpo, alma y pensamiento. El último libro que he leído (préstamo mediante) es Poesía completa (1970-2000) de Leopoldo María Panero. Hace unos cinco años no tenía ni idea de que existiera la familia Panero ni de sus vicisitudes, que son muchas y casi todas bastante penosas.  Los Panero llegaron a mí a través de Angelus (que les ha dedicado bastantes entradas en su blog y cuya lectura recomiendo). Leí hace un par de años Gólem  (que no se incluye en este volumen al ser posterior al año 2000) y, desde entonces, no había vuelto a leer nada de este autor.

No voy a entrar en la vida de Leopoldo María Panero (para eso está internet), pero sí diré que a lo largo de  proceso de  lectura, lógicamente,  ha habido de todo: libros que no me han gustado  (los dos primeros) y otros libros que me han gustado más, como Narciso en el acorde último de las flautas (1979), en el que ya empieza a ahondar en sí mismo y a dejar ver sus demonios interiores. De ese libro  cito el siguiente poema. Está en inglés y lo transcribo tal cual. La traducción, a cargo de cada uno:

 DEAD FLOWER TO A WORM

Blind worm that slips in the desert
that I am
thinking of green meadows
in which disappear
thinking of merry fields
whilst I am dead
Blind worm that is like water
falling on my skull
Who knows, who knows if you
must move forever through my bones
Who knows, who knows if you
will move forever through my bones, forever
disbelieving of the dead flowers 
falling over you.

Panero crea poesía combinando alucinaciones, incestos, necrofilia, reproches a su madre ("A mi desoladora madre...", "Mi madre se pudre, es un pez..."), instinto asesino (hacia sí mismo, principalmente), heces, semen, monos, cadáveres... Leer su poesía es asomarse a un abismo hediondo y sin fondo del que sabes que deberías alejarte, pero ahí sigues, mirando y rebuscando. Oscuridad y locura a partes iguales.

En resumen, aunque a veces la forma del poema me ha chocado (e incluso provocado repulsión, si soy sincera), el fondo, ese canto a la locura, a la soledad y la futilidad de la existencia humana me ha tocado alguna que otra fibra. Como ya he dicho, no todos los libros me han gustado, pero sé que hay algunos poemas que han pasado a formar parte de mi colección de imprescindibles. Como este:

EL CANTO DE LO QUE REPTA

La que, después de muerta, se demora en morir, repta
la que tarda, simplemente, en morir repta
y deja un rastro de babas entre casas y hechos como signo
de la vida que arrastra; es
perezosa y lenta la vida de lo que repta. Y así
tu recuerdo en el fondo de mi alma repta
y su contacto de piel viscosa y muerta me
produce algo así como un escalofrío
algo como terror. Y también yo repto, me
arrastro entre los vidrios dispersos de tu espejo, entre los
harapos de ti que aún quedan
absurdamente en el
cubo de basura de mi memoria,
espectros en la casa abandonada
en la casa abandonada que yo soy. Y repto
al fondo de mí, como si fuera
yo mi recuerdo tan sólo, como si estuviera
dormido al fondo de mí, como una vivencia olvidada
me desenvuelvo entre las ruinas somnolientas
y a través
del palacio en el que no puedo entrar, como
una hábil serpiente. Me queda sólo la ebriedad
dolorosa que produce
la idea del suicidio; estoy a solas
con la idea del suicidio, con la idea de aplastarme como a un
reptil.
Todo hombre es un rey entre almenas que sienten
todo hombre es castillo de una princesa muerta
todo hombre, una máscara rodeada de tenedores
y un cadáver que escupe la boca de un fauno.
Lloran mis ojos en la frente
mis enemigos han muerto,
sólo queda
la vergüenza de la vida.
De mí sólo queda la vida,
las manos que se mueven,
los ojos en la frente,
las lágrimas sin dueño:
mientras los hombres mueren
la barba crece.
Guárdate, amor, de cruzar el río
que nos separa,
la vida es sólo un árbol
un árbol
que crece.
Crece el poema como un árbol
y entre sus ramas, como niebla densa,
alabando a la noche,
mi padre
se ahorca.

Leopoldo María PANERO, Últimos poemas (1986)

"Winter is coming"

domingo, 24 de abril de 2011

Dicen los miembros de la casa de Stark. No toda la televisión es mala. De hecho, existe una lista de series que igualan y superan la calidad que normalmente se le presupone al cine. Series como Los Soprano ponen de manifiesto que los mejores guionistas, a mi parecer, actualmente están en televisión. Digo esto porque al libro que voy a comentar en esta entrada he llegado por un primer capítulo de un serie producida, al igual que Los Soprano, por HBO. Juego de tronos es la serie que adapta la heptalogía (la menos, eso es lo que se prevé)  de G.R.R. Martin titulada Canción de hielo y fuego.

De momento, solo se han publicado cuatro tomos, y yo, tras ver el piloto de la serie, he leído el primero, Juego de tronos. Mucha gente lo relaciona con El señor de los anillos (y más viendo a Sean Bean, Boromir, que en esta ocasión encarna al noble lord Eddard Stark), pero no tienen casi nada que ver. Ambas obras transcurren en tierras imaginarias, tienen su mitología, sus razas... pero ahí acaban las similitudes. Los personajes de Juego de tronos son mucho más oscuros, complejos, reales. La mayoría se mueve por su propio interés, y la traición, las mentiras y el sexo explícito,  (cosa impensable en Tolkien) están a la orden del día. 

Se trata de una obra coral en la que en cada capítulo vamos viendo la historia desde el punto de vista de un personaje distinto. No hay lealtades inquebrantables y todos actúan en su propio beneficio dependiendo de las circunstancias, siempre cambiantes. Obra extensa (casi 900 páginas) que se lee prácticamente de un tirón porque está narrada con muy buen ritmo, cambiando de capítulo (y de punto de vista) justo en el momento necesario para dejar al lector con ganas de saber más.

Obra absolutamente recomendable incluso para aquellos a quienes no les guste el género fantástico porque, como digo, casi podría ser una novela histórica medieval. 

Ahora, a por el segundo, Choque de reyes.

Informes diplomáticos

sábado, 9 de abril de 2011

Berlín, 1939. Un Carlos Morla Lynch bastante escaldado y dolido, como él mismo reconoce, logra editar, por su cuenta, las tres memorias que envió al gobierno de Chile durante los años de la Guerra Civil española. En ellas queda recogido el sufrimiento y el calvario de todos los miembros y refugiados en la embajada chilena durante el conflicto y mucho (supongo que no todos) de los inconvenientes e incidentes de tipo personal y diplomático a los que tanto Carlos Morla como su familia se tuvieron que enfrentar durante esos tres años: las extracciones, las negociaciones, los tiroteos (la embajada de Chile estaba situada en una zona dominada por los comunistas más radicales), el hambre, el frío, las enfermedades, las tentativas de asalto a la embajada, la propia inconsciencia de los asilados que salían de la embajada arriesgando su propia vida y comprometiendo las del resto... Unos documentos que, a pesar de ser oficiales, no dejan de estar impregnados por los sentimientos, dudas y pesares más íntimos del autor.

De nuevo, nos llega este libro de mano de la editorial Renacimiento y, de nuevo, con prólogo de Andrés Trapiello. Además, esta edición incluye los diarios del hijo del diplomático chileno, Carlos Morla Vicuña, que si bien no me han interesado tanto como los del padre, aportan el punto de vista de un joven que eligió quedarse junto a su familia en unos momentos en los que las circunstancias aconsejaban salir cuanto antes del país.

Un testimonio que merece mucho la pena conocer. Y no sólo desde el punto de vista histórico.



De los amigos

sábado, 19 de marzo de 2011


Siempre se dice que una de las ventajas de la lectura es la de poder vivir otras vidas. Y desde luego, hay vidas tan ricas en experiencias que dan para obras maestras de la literatura. Si, además, te toca vivir una época convulsa políticamente y resulta que tienes facilidad para plasmar tus experiencias por escrito, poco más se puede pedir. En este caso, me he asomado a la vida de un hombre cuya existencia desconocía hasta que leí el libro de Andrés Trapiello que ya comenté hace un par de entradas.

En España con Federico García Lorca recoge la primera parte de unos diarios que comprenden desde 1928 hasta 1936 y que se centran en la estrecha relación mantenida entre el autor de los mismos, el chileno Carlos Morla Lynch, y el poeta granadino. La obra constituye un retrato completísimo de la sociedad madrileña de la época, ya que Morla Lynch trabó amistad con la elite cultural de aquellos años, pero también con gente de la calle (marineros, limpiabotas...). Por sus páginas desfilan personajes tan relevantes como Alfonso XIII, Manuel Azaña, Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Ignacio Sánchez Mejías, Margarita Xirgu, Rafael Alberti, Pablo Neruda, Luis Cernuda... y, por supuesto, Lorca, su gran amigo. La mayoría de ellos pasó por su casa y participó en la tertulias y veladas (o soirées, como las llama el propio Morla) que se organizaban en casa del diplomático chileno.

 Aunque en ocasiones el estilo resulte un tanto afectado para mi gusto, lo cierto es que es un libro que te atrapa, de los que se disfrutan. Creo que había en el señor Morla un literato en ciernes (aunque él prefería poner música a las obras de sus ilustres amigos). Altamente aconsejable para aquellos interesados en “la otra cara” de la literatura (atención a los anexos del final del libro con epistolario, fotografías y partituras) y en tener un punto de vista de aquellos años que cada vez encuentro más interesantes.

No obstante, lo que más me ha gustado ha sido descubrir a este hombre que ayudó a tanta gente dándole asilo en la embajada de Chile durante la Guerra Civil; descubrir, en fin, a una buena persona.

Felicidades

martes, 15 de marzo de 2011

Aprendí a leer con ellos. Podría haber comenzado mi aventura con los libros de cualquier otra forma, pero estos dos se cruzaron en mi camino. Recuerdo el primer número que compré, en un quiosco de Quart de Poblet. Fue un domingo de esos que iba de paseo al parque con mi padre y mis hermanos. Los vi y tuve la suerte de que mi padre llevase dinero encima para comprar el tebeo (cosa que no ocurría a menudo). Y así comenzó todo. Ese número contaba la historia de dos agentes de una organización llamada T.I.A.,  y cómo comenzaron en la misma. Me llamaron la atención las entradas secretas, el zapatófono y los disfraces de Mortadelo. Hoy daría lo que fuera por conservar ese tebeo. A ese número siguieron otros muchos; los acumulaba debajo de la cama de donde los sacaba para leerlos o para intercambiarlos con Andrés, mi vecino, que también los devoraba. Al final, terminamos por no saber qué tebeos eran suyos y cuáles míos. Los leía hasta que me escocían los ojos, incluso cuando mi madre me apagaba la luz de la habitación. 

Luego vinieron Rompetechos, el botones Sacarino, Pepe Gotera y Otilio... Pero para qué vamos a mentir, siempre me he sentido más a gusto con Mortadelo, Filemón, el Súper, Ofelia, el profesor Bacterio... Cuántas tardes habré pasado con un buen tebeo y un bocadillo. Ahora pienso que debería haber sido más previsora, que debería haber guardado los montones de tebeos que devoré entonces.

Ya no están los tebeos, pero los recuerdos no me los quita nadie. Ni todos los buenos ratos y las risas leyendo las aventuras de estos dos con Los Sobrinetes, perdidos en los Juegos Olímpicos o arreglando algún desaguisado provocado por el profesor Bacterio y sus inventos.

Hoy, el causante de tantos buenos ratos cumple 75 años. Y aunque es muy probable que no le llegue este pequeño homenaje, desde aquí quiero darle mis más sinceras gracias porque con ellos aprendí a amar la lectura.


Incongruencias

lunes, 28 de febrero de 2011

Creo que todos hemos tenido alguna vez la sensación de que nuestra vida está presidida por un azar burlón, que por más que nos empeñemos en dirigir nuestro rumbo con mano firme, cuando menos te lo esperas, te viene una ráfaga de aire, o un golpe de mar (o de vida) que te lo manda todo al traste, además, de la forma más absurda. La incongruencia es la norma azarosa que rige la vida de Gustavo, protagonista de esta novela de Ramón Gómez de la Serna titulada El incongruente
Una vez más, me dejé llevar por mi "sofisticado" criterio de selección literaria, es decir, esta vez, me fijé en el libro por el amarillo chillón de la portada. Horroroso, todo hay que decirlo, pero efectivo. Segundo criterio: la rareza. No había visto el libro antes en ninguna de mis frecuentes visitas a las librerías, así que pensé: "Tiene que ser raro". Y, por último, leí la primera página y me gustó, me reí. No sé por qué, pero con la edad, cada vez agradezco más que un libro me haga reír. Así que no me lo pensé mucho más y me lo llevé a casita. 
No se trata de una obra maestra, ni mucho menos. Tiene altibajos y el final no terminó de gustarme, pero disfruté mucho con la prosa, las metáforas y lo absurdo de la vida de Gustavo, con quien, a ratos, llegué a sentirme bastante identificada. Para pasar un buen rato.

Las letras como arma

martes, 22 de febrero de 2011

Entre las muchas (innumerables) lagunas que tengo respecto a muchas cosas, he de reconocer que una que me preocupaba especialmente era la de la literatura española durante la Guerra Civil. Siempre me ha tirado más la literatura medieval y de los Siglos de Oro y todo lo relacionado con el siglo XX, literariamente hablando, no me ha hecho demasiada gracia. Es en estos últimos años cuando me he animado (bueno, sería más exacto decir que me han animado) a leer ciertas obras y todavía tengo la sensación de heberme adentrado en un mundo que estoy descubriendo poco a poco. En este descubrimiento me ha ayudado bastante Las armas y las letras, de Andrés Trapiello, que cubre ese período histórico tan trillado en el cine español y del que se da una visión más bien maniquea. 

Antes de comprar el libro me informé en internet y todas las reseñas lo ponían por las nubes: "clásico", "obra absolutamente imprescindible", "visión imparcial"... Quizá pueda estar de acuerdo con las dos primeras expresiones, pero no con la tercera. Completo, sí; imparcial, no. Pero en líneas generales, es una obra muy recomendable, repleta de anécdotas jugosas, de esas que nos gustan a los que tenemos una vena cotilla desarrollada (por ejemplo, la muerte de Miguel de Unamuno sentado al calor de un braserito en su casa).

La obra comienza con un repaso a los autores de la Generación del 98 y, a partir de ahí, avanza siguiendo un criterio cronólogico hasta el final de la Guerra Civil. Es encomiable, desde luego, la labor casi enciclopédica del autor que, es cierto, analiza a autores tanto de un bando como del otro, pero no siempre con una mirada tan imparcial como he leído en alguna reseña. Es la única pega que le encuentro a un libro de cuya lectura, todo hay que decirlo, he disfrutado muchísimo.

Para un día oscuro de lluvia

sábado, 19 de febrero de 2011

Romance de la lluvia

A Concha Méndez y Manuel Altolaguirre

Está la lluvia bailando
encima del cementerio
y el viento le grita ¡para!
desnuda sobre los muertos.
Aguas sin plumas de iris
sobre mortajas y pelos
botas podridas de obispo
manos sin piel de toreros
geometría de las losas
entre ciprés y floreros
nicho de números raros
en lotería sin premio.
Está bailando la lluvia
desnuda sobre los muertos.

                           Agustín DE FOXÁ

Canto a la juventud perdida

domingo, 9 de enero de 2011


No se puede negar que el título del último libro de Carlos Marzal (Los pobres desgraciados hijos de perra, Tusquets), como poco, llama la atención. De hecho, es el único título que ha sido capaz de memorizar uno de mis alumnos, que me vio leyéndolo en clase. Algo es algo.

En esta obra,  Marzal, más conocido por su faceta poética, nos presenta doce relatos. Son muchos los temas que toca: la nostalgia por la juventud, cómo las personas son lo que son y, en esencia, no cambian, lo mucho que se parecen la infancia y la vejez, las malas pasadas de la memoria y sus recovecos, lo maleable que son los recuerdos... En definitiva, el paso del tiempo y los estragos que causa en las personas.

Si soy sincera en el libro he encontrado de todo: relatos que me han gustado (por el argumento) y otros que no (por la misma razón). No obstante, es justo decir que todos están escritos con un estilo poético que, particularmente, me atrae. Los que más me han gustado han sido los relatos que me han hecho viajar en el tiempo, volver a mis veranos dando vueltas por el universo que entonces era mi urbanización, con todo el tiempo del mundo deslizándose ante mí a paso de caracol reumático. Los partidos de fútbol, las reuniones en casa de los amigos, los descampados...

Por otra parte, encontramos también relatos en los que se nos cuenta qué ha sido de los miembros de la pandilla, bastantes años después. Este ha sido el grupo de relatos que menos me ha gustado, pero, para ser justos, también en ellos he encontrado momentos y reflexiones que me han llegado.

Al igual que ocurre con Benítez Reyes, la prosa de Marzal deja traslucir el oficio de poeta, con lo que su lectura resulta muy interesante en lo que respecta a la forma, que está muy cuidada. Por lo tanto no es de extrañar que con Marzal me haya acabado pasando un poco lo mismo que con Benítez Reyes: que he terminado por no estar tan pendiente de lo que me cuenta y sí de cómo lo cuenta.

Por todo ello, a pesar de los altibajos que he experimentado en la lectura de esta obra, (algo lógico cuando se trata de relatos),  recomiendo vivamente su lectura. Como siempre, dejo por aquí un fragmento. Corresponde al inicio del primer relato, "Con un poco de suerte":

"Con un poco de suerte aquel verano -el último verano verdadero de la violenta y desconcertada juventud- habría podido ser el mejor de nuestras vidas.

Ninguno de nosotros sabía por entonces que nos estábamos despidiendo de algo. Ninguno hubiese dicho que estábamos diciendo adiós a una parte de nosotros mismo que ya no volvería, pero el caso es que así fue. Algo se marchó para siempre: sin previo aviso, sin levantar la mano para saludar desde la borda del barco que se aleja, sin una nota con su breve explicación que nada explica.

Las despedidas -eso lo aprendí más tarde- no consisten por regla general en un acto concreto, no son un hecho al que podamos atribuir su lugar, su fecha y sus protagonistas. Son un proceso, un transcurso. Uno está despidiéndose de las cosas, de las personas, de casi todo, durante casi siempre. Hasta que descubre que ya no están."