sábado, 9 de enero de 2010
Esta tarde fría de enero (¿acaso se puede esperar otra cosa en enero?) mientras veía por el rabillo del ojo un especial de Parchís (sin comentarios), he terminado de leer La tregua, de Mario Benedetti. A este autor llegué por su poesía, que me gusta bastante por su claridad, aunque a veces se me haga un poco cursi. Pena me da reconocerlo, pero tenía esta obra pendiente de lectura desde hacía años y solo a partir de la muerte de su autor, me decidí a comprarla. Supongo que soy parte de ese público "carroñero" que ve en la muerte del artista un acicate para acercarse a su obra.
El caso es que comencé su lectura ayer y prácticamente, no he podido hacer otra cosa en el día de hoy que terminarla. No he podido quitar los ojos del libro. No porque esté bien escrito (que lo está) o porque haya frases de esas que sé que me van a compañar ya siempre (que las hay), sino porque me cae muy bien el protagonista. Se trata de un hombre tan normal, tan normal, que me resulta extraordinario todo lo que hace, lo que piensa y, sobre todo, que se atreva a confesar sus miedos más profundos: las inseguridades comunes a todos, cierto desapego hacia uno de sus hijos, al que ve casi como a un desconocido, los celos...
Este tono confesional se debe a que la novela es un diario de un funcionario que está a punto de jubilarse. Próximo a cumplir los cincuenta tiene la sensación, más bien la certeza, de que no ha hecho nada importante en su vida, pero lo acepta. Tiene tres hijos muy distintos entre sí, a los que ve casi como extraños (sólo tiene una relación más estrecha con su hija, Blanca) y es consciente de no haberles dado todo el cariño que necesitaban. Su mujer murió hace muchos años y desde entonces ha estado solo, viendo pasar los días en una existencia tranquila y sustentada en una cómoda rutina.
Hasta que el amor, inesperadamente, llega en forma de una muchacha joven, Laura Avellaneda. Y hasta ahí puedo leer. Es un amor que va de menos a más, sereno, lleno de miedos y de momentos maravillosos, sin caer en la cursilería fácil. Unamor que no surge de un flechazo, sino del conocimiento mutuo y de la aceptación de los defectos propios y del otro.
En la próxima entrada, colgaré algunos fragmentos.
Recomedada queda. Aunque supongo que muchos ya la habréis leído.
3 comentarios:
A veces los libros sencillos los que dejan una huella más profunda. Llegan despacito, casi sin hacer ruido y sin otro afán que el encender una chispa en tu cerebro, la cual coge vida propia y a partir de ahí ya no los olvidas...
¿La vida nos dará una "tregua" para poder leer todo lo que se nos amontona en las estanterías y en las recomendaciones de los amigos? Esa existencia gris salvada por una mujer recuerda a "El túnel" de Sábato, ¿no?
Saludos.
Efter, éste es de ésos. Si puedes, échale un vistazo.
Vale, Angelus, otro para la interminable lista. No lo he leído. Ahora tendré que hacerlo para poder comparar. Y no, no creo que me vaya a dar tiempo para leer todo. Entre que a vida no da tregua y que la lista aumenta que da gusto...
Saludos.
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