domingo, 17 de enero de 2010
Eso es lo que trajo la lectura de Ocnos, de Luis Cernuda, hace algunas semanas, a mi ajetreo diario. Fue un préstamo que tuve que devolver pero, por suerte, ayer me lo regalaron. Esta vez me ahorro los comentarios y dejo simplemente una de las piezas que lo componen.
LA ETERNIDAD
Poseía cuando niño una ciega fe religiosa. Quería obrar bien, no porque esperase un premio o temiese un castigo, sino por instinto de seguir un orden bello establecido por Dios, en el cual la irrupción del mal era tanto un pecado como una disonancia. Mas a su idea infantil de Dios se mezclaba insidiosa la de la eternidad. Y algunas veces en la cama, despierto más temprano de lo que solía, en el silencio matinal de la casa, le asaltaba el miedo de la eternidad, del tiempo ilimitado.
La palabra siempre, aplicada a la conciencia del ser espiritual que en él había, le llenaba de terror, el cual luego se perdía en vago desvanecimiento, como un cuerpo tras la asfixia de las olas se abandona al mar que lo anega. Sentía su vida atacada por dos enemigos, uno frente a él y otro a sus espaldas, sin querer seguir adelante y sin poder volver atrás. Esto, de haber sido posible, es lo que hubiera preferido: volver atrás, regresar a aquella región vaga y sin memoria de donde había venido al mundo.
¿Desde qué oscuro fondo brotaban en él aquellos pensamientos? Intentaba forzar sus recuerdos para recuperar conocimiento de donde, tranquilo e inconsciente, entre nubes de limbo, le había tomado la mano de Dios, arrojándole al tiempo y a la vida. El sueño era otra vez lo único que respondía a sus preguntas. Y esa tácita respuesta desconsoladora él no podía comprenderla entonces.
4 comentarios:
Nunca le he cogido el punto a Cernuda, y me sabe mal decirlo: gurú de la generación del medio siglo, de la poesía de la experiencia también, autor de cabecera de gente que aprecio y valoro, a mí, sin embargo, nunca me ha llenado, lo he visto bastante ajeno a la generación del 27 (exceptuando el toque surrealista) y autor de una obra "light" y egocéntrica. Lo siento. Saludos.
No pasa nada, Angelus. Si no te gusta, no te gusta. A mí el libro me ha encantado. Y la poesía de Cernuda sí me llega. De hecho, lo prefiero a otros autores del 27.
Pero esto es como todo: para gustos, colores.
Saludos.
Tatiana, bienvenida. Verás, tengo la vida blogueril un poco oculta y es mejor que así sea, por lo que espero que comprendas que prefiero continuar perdida por la blogosfera. Muchas gracias por el interés y espero que sigas pasando por aquí de vez en cuando.
Saludos.
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