Bazar de ingenios

sábado, 2 de febrero de 2013

Hace un par de días terminé (por fin) de leer Bazar de ingenios, de Felipe Benítez Reyes. El "por fin" no es porque su lectura me haya supuesto ningún tipo de suplicio, sino porque, por razones que no vienen al caso, he sido incapaz de sentarme a leer y concentrarme en los últimos meses; pero por Benítez Reyes merecía la pena el intento, así que me puse a ello y lo terminé. 

El libro recoge un total de 54 de ensayos de procedencia diversa (prensa, revistas literarias, conferencias...) sobre distintos escritores y obras literarias. Benítez Reyes reflexiona (desplegando una cantidad de conocimientos que, para mí, ha resultado abrumadora) sobre Rubén Darío,  Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Henry James... Personalmente, he disfrutado mucho de la lectura de sus ensayos sobre Nabokov, Duchamp, El Quijote, Ignacio Sánchez  Mejías y Chesterton.

Es de agradecer que Interrogante Editorial  haya tenido el detalle de publicar una tirada de 150 ejemplares numerados (¡tengo el 27!) y dedicados por el autor. El libro está muy bien editado y es una joyita para quienes disfrutamos con la obra del escritor gaditano.

Os dejo unas cuantas citas extraídas del libro. En alguna de ellas se aprecia una ironía que, por momentos, me ha recordado a Cansinos Assens y su Novela de un literato.

Acerca de la admiración que sentía Lorca por la obra de Góngora:

"Al granadino le entusiasmaron las metáforas del cordobés (metáforas, por cierto, que suelen ser algo así como obligar a alguien a recorrer un laberinto para llegar a la caseta de un caniche)".

"Las cosas del mundo parecen a veces una extraña cadena de tuntunes y azares, pero acaban teniendo su pequeño misterio: la dosis suficiente de simetría y de incoherencia para que la vida acabe siendo una partida de billar, absurda y fascinante, con bolas que chocan entre sí igual que planetas errabundos y que en seguida se repelen, dejando en la memoria el eco delicado del choque del marfil contra el marfil".

"A fin de cuentas, Joyce sigue siendo el bufón de millares de profesores de literatura".

"Oscilo entre el circo y la muerte", Ramón Gómez de la Serna.

"Las pasiones que merecen ese nombre se alimentan en buena parte de las contradiccciones entre ellas, la que tal vez sea la mayor de las contradicciones posibles: el afán de esclavitud sentimental en nombre de la libertad de los sentimientos".

"Porque inmortal es la condición de todo aquello que hiere el corazón, en su centro, de melancolía".

Richards: "lo que en un poema importa no es nunca lo que se dice, sino lo que es".

Hablando de Juan Ramón Jiménez y lo que opinaba sobre T.S. Eliot:
"Lo que sin duda a Jiménez le llegaba a molestar no era que Eliot fuese tan famoso, sino que existiese alguien famoso aparte de él mismo".

"Gerardo Diego era capaz de sacrificar cualquier cosa por una rima".

"Como buen cristiano, Chesterton fue un politeísta convencido".

"Cuando a un poeta le gustan las palabras esdrújulas, ya sabemos lo que eso significa, y hay que temerse lo peor".

The bright side of life?

sábado, 17 de noviembre de 2012

 "Llevar una vida amargada lo puede cualquiera, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende, no basta con tener alguna experiencia personal con un par de contratiempos".

 La cita está extraída de un libro que para mí ha sido un descubrimiento muy curioso. Se trata de El arte de amargarse la vida, de Paul Watzlawick. No es un libro no de autoayuda, sino de autodestrucción, por lo que me ha resultado muy divertido. Además, he visto que me he pasado la vida aplicando sus principios aun antes de leerlo (lo que creo que no dice demasiado en mi favor).

A través de ejemplos muy concretos, citas literarias, referencias musicales y basándose en estudios, el autor da una serie de pautas y reflexiona (sin reprobarlos, más bien fomentándolos) sobre los distintos comportamientos y actitudes que caracterizan a todo individuo que se amarga la vida y que quiere hacer de la amargura su leit-motiv: idealizar el pasado, culpar a todo el cosmos de la propia desgracia y recrearse en ella, provocar discusiones con parejas y amigos y hacer que se sientan culpables, la receta "más de lo mismo", el trasfondo egoísta que subyace en cualquier favor que hagamos...

Dejo aquí algunas otras citas:

"No hay nada más difícil de soportar que una serie de días buenos".
"No hay más que una sola opinión correcta: la propia". 
"Lo que nos hayan podido causar Dios, el mundo, el destino, la naturaleza, los cromosomas y las hormonas, la sociedad, los padres, los parientes o, sobre todo, los amigos, es tan grave que la simple insisnuación de que quizás podríamos intentar poner algún remedio a la situación, ya sería una ofensa".
"Ahora vamos a tratar exactamente de lo contrario: no de la creación de un problema, sino de cómo evitarlo, a fin de que perdure".
"La profecía de un suceso lleva al suceso de la profecía".
"El camino del éxito es penoso, pues uno tiene que empezar por esforzarse y aun así no es seguro que la empresa no acabe mal".
"La llegada a la meta más augusta trae consigo el desasosiego".
"Un sádico [...] es el que trata con delicadeza a un masoquista".
"El que se me entrega, por esto mismo ya no es apto para seguir siendo el prototipo de mi amor".
"¿Por qué cree usted que Tomás Moro dio a la isla lejana de la felicidad el nombre de Utopía, que significa 'en ninguna parte'?"



Mi puerta a otro mundo...

viernes, 21 de septiembre de 2012

... cumple 75 años. Tal día como hoy en 1937 se publicó The Hobbit, or There and Back again, más conocida como El Hobbit, de J.R.R. Tolkien.

Fue el primer libro que me prestaron y no devolví. Y no lo hice por despiste. Lo hice a conciencia, avisando incluso a su dueña, mi vecina Chusa. Era una bohemia (por así decirlo) bastante aficionada a la marihuana (quizá debí contar con que no se acordaría de habérmelo prestado) que, en el fondo, siempre me dio algo de miedo, pero a quien tengo que agradecerle la lectura de dos libros que todavía hoy considero fundamentales en mi vida: Jim Botón y Lucas el maquinista, de Michael Ende (que me regaló cuando cumplí 12 años) y este (que terminó siendo un regalo forzado). 



Porque en cuanto lo leí, supe que ese libro era mío. No por poseerlo, sino porque esa historia estaba ya en mí (de la forma en que están las historias que lees con la sensación de recordarlas, no de descubrirlas) y se quedaría ahí para siempre. Porque después llegó El señor de los anillos, una obra mucho más madura, pero en la que probablemente no habría entrado si no hubiese cruzado primero la puerta verde de Bolsón Cerrado de mano de un viejo mago y trece enanos. Me resultaba imposible separarme del libro y estuvo conmigo durante seis años más, hasta que mi perro Ruflo tuvo a bien comérselo. Cosas que pasan.

Aunque suene exagerado, el mundo de Tolkien me ha salvado más de una vez de mí misma y de mis circunstancias, ha sido mi refugio cuando el mundo real resultaba más terrorífico que las oscuras minas de Moria. Todavía lo sigue siendo. Así que, tal día como hoy, solo puedo decir: Gracias, Mr. Tolkien.

Gracias, Chusa.

viernes, 7 de septiembre de 2012

En esta entrada quiero recuperar el espíritu inicial de este blog, que fue compartir los tesoros que encontrase en los libros bien fuesen una cita, una obra o un personaje. El tesoro que he encontrado en mi penúltima lectura, La voz de las espadas, de Joe Abercrombie ha sido un personaje: Glokta, el inquisidor. Si no habéis leído la obra y pensáis hacerlo, mejor no sigáis leyendo esta entrada porque hay spoilers, aviso.




Un personaje que fue prácticamente una celebridad tras ganar el Certamen de Esgrima y que partió a una guerra. Fuerte, alto, atlético. Fue capturado por el enemigo y torturado: le arrancaron un diente de arriba y uno de abajo, para que le resultase imposible masticar en condiciones. Sufre dolores en todo su cuerpo y cada escalón que se encuentra supone un Everest para él. Tullido y olvidado por todos, se ha convertido en un inquisidor y devuelve al mundo ni más ni menos que lo que él mismo recibió: dolor.

Es un ser ruin, envidioso, taimado, mentiroso..., no lo querría como enemigo, desde luego.

Y aun así, me parece entrañable.